Son todos descendientes.

Sombra de verano

en Andalucía.


Durante los años 2013 y 2014 se celebró el Año Dual España-Japón con motivo del 400 aniversario de la Misión Keicho.

 

Dicha misión fue una embajada japonesa enviada por Date Masamune, señor de la región de Matsu, el 28 de octubre de 1613, al mando del samurái Hasekura Rocuyemon Tsunenaga, con el objetivo de lograr la aprobación del rey de España Felipe III y del papa de Roma Paulo V para el establecimiento de relaciones con occidente.

 

Después de un año de larga y dificultosa travesía, a principios del mes de octubre de 1614, la embajada llegó a Sanlúcar de Barrameda en Cádiz. Desde allí remontó el Guadalquivir hasta la localidad sevillana de Coria del Río, donde se detuvo a la espera de obtener permiso para entrar en Sevilla. En Coria fue muy bien recibida, lo que le llevó a elegir este lugar como alojamiento en diferentes momentos de su epopeya.

 

Tras varios años intentando conseguir los objetivos del viaje y sintiéndose fracasada en el encargo, la delegación decidió regresar. De un séquito de ciento cincuenta japoneses que partieron de Japón únicamente treinta habían llegado a España, y sólo dieciocho emprendieron el viaje de retorno.

 

En los años 80 del siglo XX, con la aparición de la novela “El samurái” de Shūsaku Endō, se empieza a pensar que la existencia en Coria del Río de un gran número de personas con el apellido Japón, pudiera estar relacionada con la Misión Keicho, y que dicho apellido podría deberse al nombre del país de origen de los miembros del séquito de Hasekura que no regresaron. En la actualidad parece admitirse esta deducción, creyéndose que el apellido Japón surge cuando estos japoneses fueron bautizados como católicos, debido a la costumbre de la época de poner al cristianado el nombre de su lugar de procedencia.

 

En 2013, a propuesta de Rafael Cortés  -que estaba finalizando su libro “Encuentro en Tanabata”, una novela basada en los hechos relatados anteriormente- el fotógrafo Alejandro Sosa dio forma al proyecto fotográfico “Japón. El r@stro del samurái”. Retrató a 400 personas del lugar apellidadas Japón y de este amplio documento extrajo los 46 rostros de mayor edad -los “japones” más cercanos al acontecimiento Keicho- para significarlos. Luego fusionó las caras de estos mayores en una sola para obtener un retrato imaginario de gran formato que simboliza la imagen de uno de aquellos aventureros, el rostro de nadie y de todos, un rostro creado desde su propio rastro como alegoría del sentido último del proyecto: “una vuelta al origen desde la consecuencia”.

 

En conclusión, “Japón. El r@stro del samurái” nace para ahondar en el acercamiento. Desde la huella que el documento presenta se viene a cuestionar la idea de desencuentro asociada a aquella aventura diplomática, la sensación de que aquella misión fue en vano. A modo de humilde ofrenda de la descendencia a su ascendencia, el trabajo da testimonio de la herencia humana surgida de aquel hecho histórico, evidencia del logro de uno de sus objetivos: el abrazo entre dos pueblos.